Carta VI

Querida:

Sepa usted que el motivo de esta carta es meramente declarativo, tan simple como la declaración del ruiseñor a la rosa, tan dolorosa como las lagrimas que derramo mientras escribo la presente. Es una simple explicación, una simple entrega, pero ¿entrega a que usted dirá?, pues bien, sabrá usted dama, que lleva presente en mi alma onírica por ya casi 1 año (intermitentemente un año, habrá de saber), pero me es extrañamente doloroso saber que tan consecutiva y maravillosa prescencia no es precisamente una clara muestra de amor, si no más bien, una muestra de admiración, y es que usted dulce alma, es una clara explicación de la tan incomprendida palabra milagro, imagine pues el bochorno que sería enamorarme de usted, no, no puedo, pues para mi usted es sólo la dulce y suave boca que rezo por querer, pues di mi vida por besarla, y valió la perdida, pues he ganado una razón para vivir sin vida (paradógicamente), pero ha de entender alma no-mía, que mi anhelo es más una pasión desenfrenada, es ese ardor de poseer aquello tan maravilloso y precioso en esta tierra (que por cierto gran parte es usted, la otra es alcanzarla en mis sueños).
Suena tan simple hasta aquí, pero chocamos preciosa, chocamos el Yo y el yO, en su vida, en su sufrimiento, en las lagrimas que derrama, que como con una cuerda atada sacan a las mías de su descanzo y las hacen caer en conjunto (realmente eres milagrosa, incluso sacas aguas de este río seco), pero eres inpalpable para mí, por que sólo puedo tocar, pero no tener, por que haz decidido darme a provar de aquello que simplemente no deseas que tenga, por un puro capricho.... y lloras, por otro y te cuido, de puro capricho, y me rechazas a gusto... de puro capricho, esto es una hermosa pelea por el mayor orgullo preciosa, pero quien será capaz de ganar y curar y devolver la vida al derrotado, sólo tú lo sabes, diosa de mi alma, pues en tus manos está mi vida.
Por último preciosa, te contaré un secreto, un secreto sobre esta carta, esta carta escrita en este sitio, fué puesta, por capricho, por el dulce capricho de conocerte, de conocerme y de saber que si la leyeras caerías pronto junto a mi, y te podría tener, y besar, y querer y entregarme a tí en mis sobras de alma que aún resguardo. Sólo por el capricho de verta tan radiante que eres para mí intocable, sólo para verte tan radiante como siempre, es que nunca leerás esta carta profesandote mi deseo.

Atte...

La sombra tras tu felicidad.

Para F.T.N.B.