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lunes, 19 de noviembre de 2007

Yo Lobo Estepario (Black Wolf) (1ª Parte)


Representado por un texto:

Erase una vez un individuo, de nombre Eduardo, llamdo el lobo estepario. Andaba en dos pies, llevaba tenidas y era un hombre, pero en el fondo era, en verdad, un lobo estepario. Había aprendido mucho de los que las personas con buen entendimiento pueden aprender, y era un hombre bastante inteligente. Pero lo que no había aprendido era una cosa: A estar satisfecho de si mismo y de su vida. Esto no pudo conseguirlo. Acaso ello proviniera de que en el fondo de su corazón sabía (o creía saber) en todo momento que no era en relaidad un ser humano, sino un lobo de la estepa. Que discutan los inteligentes acerca de que si era en realidad un lobo, si en alguna ocasión, acaso antes de su nacimiento, ya había sido convertido por arte de encantamiento de lobo en homre, o si había nacido desde lugo hombre, pero dotado del alma de un lobo estepario y poseído o dominado por ella, o por último, esta creencia de ser un lobo no era mas que un producto de su imaginación, o de un estado patológico. No dejaría de ser posible, por ejemplo, que este hombre, en su niñez, hubiera sido acaso fiero e indómito y desordenado, que sus educadores hubiesen tratado de matár en él a la bestia y precisamente por eso hubieran hecho arraigar en su imaginación la idea de que en efecto, era realmente una bestia, cuierta sólo
de una tenue funda de educación y sentido humano. Mucho e interesante podría decirse de esto y hasta escribir libros sobre la particular; pero con ello no se prestaría servivio alguno al lobo estepario, pués para el era completamente indiferente que el lobo se hubiera introducido en su persona por arte de magia o a fuerza de golpes, o que se tratara sólo de una fantasía de su espíritu. Lo qye los demás pudieran pensar de todo esto, y hasta lo que él mismo de ello pensara, no tenía valor alguno para el propio interesado, no conseguiría de ningúin modo ahuyentar al lobo de su persona. El lobo estepario tenía, por consiguiente, dos naturalezas, una humana y otra lobuna; ese era su sino. Y puede ser también que este sino no sea tan singular y raro. Se han visto ya muchos hombres que dentro de sí tenían no poco de perro, de zorro, de pez o de serpiente, sin que por eso hubiesen tenido mayores dificultades en la vida. En esta clase de personas vivían el hombre y el zorro, o la dama y el pez, el uno junto al otro, y ninguno de los dos hacía daño a su compañero, es más, se ayudaban mutuamente, y en muchos hombres que han hecho buena carrera y son envidiados, fué mas el zorro o el mono que el hombre quien hizo su fortuna. Esto lo sabe todo el mundo. En Eduardo, por el contrario, era otra cosa; en él no corrían el hombre y el lobo paralelamente, y mucho menos se prestaban mutua ayuda, sino que estaban en odio constante y mortal, y cada uno vivía excusivamente para el martirio del otro, y cuando dos son enemigos mortales y están dentro de una misma sangre y de una misma alma, entonces resulta una vida imposible. Pero en fin, cada uno tiene su suerte, y fácil no es ninguna. Ahora bien, a nuestro lobo estepario ocurría, como a todos los seres mixtos, que, en cuanto a sus sentimiento, vivía naturalmete unas veces como lobo y otras como hombre; pero cuando era lobo, el hombre en su interior estaba siempre en acecho, observando, enjuiciando y criticando, y en las epocas en que era hombre, hacía el lobo otro tanto. Por ejemplo, cuando Eduardo en su calidad de hombre tenía un bello pensamiento, o experimentaba una sensación noble y delicada, o ejecutaba una de las llamadas buenas acciónes, entonces el lobo que llevaba dentro enseñaba los dientes, se reía y le mostraba con sangriento sarcasmo cuán ridícula le resultaba toda esta distinguida farsa a un lobo de la estepa, a un lobo que en su corazón tenía perfecta conciencia de lo que le sentaba bien, que era trotar solitario por las estepas, beber a ratos sangre o cazar una loba, y desde el punto de vista del lobo toda acción humana tenía entonces que resultar horriblemente cómica y absurda, estúpida y vana. Pero exactamente lo mismo ocurría cuando Eduardo se sentía lobo y obraba como tal, cuando les enseñaba los dientes a los demás, cuando respiraba odio y enemistad terribles hacia todos los hombres y sus maneras y costumbres mentidas y desnaturalizadas. Entonces era cuando se ponía en acecho en él precisamente la parte de hombre que llevaba , lo llamaba animal y bestia y le echaba a perder y le corrompía toda la satisfacción en su escencia de lobo, simple salvaje, y llena de salud. Así estaban las cosas con el lobo estepario, y es fácil imaginarse que Eduardo no llevaba precisamente una vida agradable y venturosa. Pero con esto no se quiere decir que fuera desgraciado en una medida singularísima (aunque a él mismo así le pareciese, como todo hombre cree que los sufrimientos que le han tocado en suerte son los mayores del mundo). Esto no debiera decirse de ninguna persona. Quién no lleva adentro un lobo, no tiene por que ser feliz tampoco. Y hasta la vida más desgraciada tiene también sus horas luminosas y sus pequeñas flores de ventura entre la arena y el peñascal. Y esto ocurría también al lobo estepario. Por lo general era muy desgraciado, eso no puede negarse, y también podía hacer desgraciados a otros, especialmente si los amaba y ellos a él. Pues todos los que le tomaban cariño, no veían nunca en él más que uno de los dos lados. Algunos lo querían como hombre distinguido, inteligente y original y se quedaban aterrados y defraudados cuando de pronto descubrían en él al lobo. Y esto era irremediable, pues Eduardo quería como todo individuo, ser amado en su totalidad y no podía, por lo mismo, principalmente ante aquellos cuyo afecto le importaba mucho, esconder al lobo y repudiarlo. Pero también habia otros que precisamente amaban en él al lobo, precisamente a lo espontáneo, salvaje, indómito, peligroso y violento, y a éstos, a su vez, les producía luego extraordinaria decepción y pena que de pronto el fiero y perverso lobo fuera además un hombre, tuviera dentro de sí afanes de bondad y dulzura y quisiera además escuchar a Mozart, leer versos y tener ideales de humanidad. Singularmente éstos eran, por lo general los más decepcionados e irritados, y de este modo llevaba el lobo estepario su propia duplicidad y discordia interna también a todas las existencias extrañas con las que se ponía en contacto.

1 comentario:

sergio dijo...

ola!!!

eduardo...el lobo estepario.

xD

m usta tu blog...
es tan bkn!!
con esas cosas tan raras q dice...weno..pa mi raras..pa ti, profundas..
xD

m caii muii bien!!

cuidate!
q ti bn

xao

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